Cuando una persona tiene una discapacidad (física, mental, sensorial o visceral) empieza a ser colonizado por un discurso altamente esquizofrénico. Y es que la persona se encuentra ante una sociedad en la cual los discursos sobre la diversidad y la integración son ampliamente difundidos. Así, pareciera que se trata de una sociedad más abierta e integradora. Sin embargo, estos discursos integradores esconden un mecanismo perverso. La falta de acciones concretas en donde estos discursos se materialicen son el primer indicio de esto.
Detrás “del verde valle de la multiculturalidad” y los discursos políticamente correctos, se encuentra el oscuro desierto de la marginación y la exclusión. En este árido medio, el discurso del “tu puedes” nos apela para que nos centremos en nosotros mismos como portadores de un padecimiento y que creamos que la integración y la dignidad solo es un problema de cuanto nos hemos esforzado para lograr dichas metas, desconociendo la hipoteca social que recae sobre toda la comunidad en la responsabilidad que cabe en las políticas de inclusión. Así muchos y muchas nos esforzamos para llegar “al podio de los aceptados” realizando esfuerzos que solo tienen sentido ante los ojos de los demás.
Se trata de la trampa de “la goma de borrar”. Como personas con discapacidad podemos integrarnos en “el hermosos valle” a cambio de que mantengamos en silencio nuestros cuerpos. Un silencio para no incomodar, un silencio para encajar, en definitiva, un silencio como chantaje a cambio de la integración. Con estos mecanismos no solo se silencian nuestras experiencias particulares sino que se diluye el problema fundamental: LA DISCAPACIDAD ES UN PROBLEMA SOCIAL.
Este problema atraviesa diferentes aspectos sociales de forma vertical. Desde la problemática de género podemos advertir que la discapacidad física, mental y sensorial afecta directamente “el ser masculino” que dentro del patriarcado se impone a todos los varones. El cuerpo del varón con una discapacidad parece despojado de toda posibilidad de acceder al podio de los machos. El cuerpo de algunos de nosotros parece lavado por una especie de “lavandina anti deseo” que nos deja limpios como un objeto de laboratorio asexuado, mientras que a otros se nos impone una sexualidad desde las familias que poco tienen que ver con nuestros deseos y tiempos. A la lavandina se le suma el discurso falocentrico que se nos impone, “solo serás sexualmente feliz si logras una buena erección y mucho mas si logras tener un esperma apto para la procreación” negando otros aspectos de nuestro cuerpo y sexualidad. La dificultad de acceder a la esfera del trabajo agrava esta situación ya que nos quita la posibilidad de lograr una autonomía económica.
En el caso de la mujer con discapacidad muchas veces las particularidades de su cuerpo agrava la vulnerabilidad que el sistema capitalista patriarcal impone a la mayoría de las mujeres. Además de quedar afuera de los cánones de belleza que la sociedad impone, (siendo lavados sus cuerpos con la misma lavandina anti deseo similar a la del varón) y de ponerse en cuestión su capacidad de dar y recibir placer, de ejercer la maternidad, y su capacidad laboral, la mujer con discapacidad puede estar más vulnerable a la violencia domestica.
A todo esto se le suma las innumerables barreras arquitectónicas que transforman a las ciudades en verdaderas cárceles. Al no poder acceder plenamente a nuestros derechos a transitar, muchos y muchas nos enfrentamos a una clara violación de nuestras libertades ambulatorias garantizadas en la declaración universal de los derechos humanos y la normativa internacional concordante, en consecuencia, al peligro de quedar confinados/as a la esfera domestica sin poder desarrollar nuestras capacidades plenamente. Quizás el monumento a las restricciones arquitectónicas más claro sea el edificio de nuestra universidad nacional de Mar Del Plata la cual en vez de una casa de altos estudios se asemeja más a un laberinto darwinista donde solo los más aptos pueden llegar al conocimiento. A las arquitectónicas debemos agregar las barreras informativas que se traducen en carteles ilegibles, señales poco claras para las personas con disminución visual, la falta de interpretes de lenguas de señas en las clases que se dictan en establecimientos públicos, lo que hace inviable un verdadero proceso de integración educativo, cultural, social y laboral de las personas con discapacidad.
Muchas herramientas tecnológicas pueden asegurarnos una mayor plenitud en cuanto calidad de vida. Pero en el sistema capitalista dichas herramientas quedan relegadas a una minoría casi irrisoria mientras que los que hablan de integración y tolerancia nunca se plantean la necesidad de acercar dichas herramientas a nuestra comunidad. Con respecto a esto, es lamentable que cierto pensamiento naturalista de izquierda no contemple esta visión sobre la tecnología. A veces, lo que para algunos es solo objeto de consumo para otros y otras es vital, como verdaderas prótesis electrónicas.
A este problemático panorama creemos que es necesario comenzar a enfrentar rompiendo el silencio, pudiendo transmitir y problematizar nuestra realidad. Ya estamos cansados y cansadas de estar presos y presas en las ciudades, de quedar afuera de todas las agendas de izquierda, de estar mas cerca de la línea de pobreza, de que nos interpelen con discursitos bonitos y por sobre todo de ser portadores y portadoras de un silencio que sabemos no es completamente nuestro fundamentalmente es de ustedes.