19 de enero de 2010

Dilemas del gobierno popular

Después de muchos meses de ausencia el blog A30F se reedita. Ciertamente remozado, con algunas ideas nuevas y con otros participantes diferentes a los que originalmente lo concebimos, con el suficiente entusiasmo para gestarlo, pero sin la suficiente constancia como para sostenerlo. Tras un inicio, desde mi modesto entender, que parecía auspicioso y dejaba entrever una proyección repleta de polémicas, intercambios y discusiones, nos encontramos con que resultaba más difícil de lo que creíamos mantener un espacio de estás características siquiera con una mínima porción del fervor que había sido capaz de crearlo. Sin embargo nunca es tarde para retomar proyectos truncos, y más cuando ese “fracaso” fue resultado de una única causa de la cual somos principales responsables por nuestra falta de persistencia y empeño en llevarlos adelante. Es por ello que – y para darle sensación de continuidad – publico un breve texto, como se verá ya viejo, que narra sobre un tema que a pesar de estar desfasado en cuanto a los hechos que remite considero está en el centro de la cuestión política en la actualidad, sino basta con ver http://www.perfil.com/contenidos/2010/01/16/noticia_0010.html. Hecha esta breve introducción, doy la bienvenida a los nuevos protagonistas de este espacio.



Hace algunos días en el hiper-oficialista programa “6-7-8”, emitido en canal 7 de lunes a viernes a las 20 hs, Orlando Barone criticaba a las empresas multimedios, y en particular a Clarín, y las acusaba de atacar a un gobierno popular, y hacía el mismo paralelismo con el caso venezolano. La apreciación del periodista no es para nada errada, las empresas multi-medios ejercen una crítica incansable y permanente al gobierno de Cristina Fernández, y esta tendencia se ha multiplicado a raíz de la centralidad de la Ley de Radiodifusión en el debate político actual. Lo que no queda muy claro es a qué se refiere Barone con la idea de gobierno popular, y cómo se articula esta idea para convertirse en un argumento en sí mismo para proteger y salvaguardar al gobierno de turno de la crítica externa.

¿Qué es lo que convierte en popular a un gobierno? Evidentemente para Barone no se trata únicamente de una mayoría electoral inapelable que respalde una candidatura, una legitimidad democrática-electoral implica sólo el punto de partida y la base a partir de la cual se erige un gobierno popular. La noción del periodista supone, y esto es una opinión mía, dos elementos constitutivos: por un lado, vinculadas a las políticas concretas que ese gobierno lleva adelante, y, en segundo término, el apoyo manifiesto de aquellos sectores sociales más desfavorecidos o pertenecientes a las clases subalternas. La condición de popular es otorgada, no por el consenso de origen, sino por la identificación a posteriori de los sectores populares con las políticas concretas llevadas adelante, el caso de la elección de N. Kirchner es un ejemplo claro a ese respecto dado que su legitimidad electoral de origen era realmente exigua.

El problema radica en identificar e individualizar tanto las medidas concretas como los sectores que sostienen o apoyan a ese gobierno. Ese ejercicio no resulta fácil, y por ende tampoco es habitual. Se construyen esquemas simplificadores que reducen la realidad a relaciones dicotómicas, una dialéctica vulgar que coloca los límites de pertenencia y que reduce las posibilidades al mínimo: o se está en un bando o – necesariamente – se está en el otro. Y para definir esas simplificaciones coadyuvan tanto unos como otros en las distintas contiendas, se conforman colectivos imaginarios rígidos tales como el “gobierno”, el “campo”, los “medios”, la “oposición”, que interactúan en la realidad. En el caso de Barone los “medios” se oponen al “gobierno popular”, el capital monopólico atenta contra un gobierno democrático que, además, es popular. La pregunta que queda, y es la duda que ha alentado esta intervención, es: ¿Hubiera Barone defendido de igual forma a cualquier otro gobierno ante la crítica? ¿La condición de gobierno popular es argumento suficiente para defender todas y cada una de sus políticas? Y en ese caso ¿Quién determina cuando un gobierno merece o no el mote de “popular”?

Se han hecho numerosos trabajos que han puesto en duda el carácter verdaderamente popular del gobierno actual, en sus dos versiones sucesivas, poniendo en el centro de la cuestión justamente las políticas concretas de éstos. Aunque tampoco esto implica defender a los grupos económicos monopólicos o a los opositores, ya que es una ficción suponer que los límites entre ellos se presentan de manera absoluta, los límites son más bien difusos entre estos supuestos sectores identificados en la disputa. Existen vínculos más que directos entre unos y otros. Fracciones y facciones de cada uno de estos grupos y sectores están involucradas y artculadas de distintas formas entre sí. Hay capitales empresarios asociados al kirchnerismo y al PJ; proyectos políticos concretos detrás del empresariado y el periodismo; y sectores populares a favor de unos u otros, o directamente escépticos, frente a esta disputa; además de muchos otros actores políticos y sociales que intervienen en las distintas querellas en cuestión.

La popularidad como rasgo político está permanentemente en entredicho, a veces para ejercer criticas superficiales, otras para hacer una apología sistemática de ciertas prácticas de corte populista. El centro del debate y el dilema está dominado sin dudas la experiencia venezolana con el presidente Chávez a la cabeza, subestimado desde estás latitudes tanto por sus detractores más acérrimos como por sus adeptos más incondicionales. El de Venezuela es hoy el prototipo de gobierno popular/populista defendido y defenestrado con el mismo fervor e idéntica superficialidad, y con él otras experiencias latinoamericanas muy diferentes entre sí. La condición de popular no debería estar en entredicho ni en un caso ni en otro, más allá del mero formalismo democrático y la llana ingenuidad de que cualquier gobierno debería incurrir en prácticas que se acerquen en algo al “bien común” (si tal cosa existe), si no remite a cuestiones concretas que atañen al quehacer político y de gestión. En debates metafísicos el rasgo de popular puede ser eternamente disputado, ya sea para apropiárselo o para vilipendiarlo con denuncias muchas veces incomprobables, a menos que estemos dispuestos a hacer un ejercicio de crítica más minuciosa y concreta, donde las palabras tengan una correlación efectiva con hechos de la realidad, donde lo superfluo no domine lo importante, donde la discusión sea verdaderamente política.


Fernando M. S.

11 comentarios:

  1. Benjamín M. Rodríguez19 de enero de 2010, 11:30

    En paralelo a lo suscitado por el término "popular", o mejor aún, "gobierno popular" en este post, he visto varias veces en dicho programa que ocurre lo mismo con el término "progresismo" dentro del panel. Sin duda, la utilización del término "popular" en la Argentina ha encendido las pasiones de muchos más argentinos que el uso de "progresismo". Ese, arguyó, sería un interesante debate para continuar en este blog, en ediciones sucesivas. Concuerdo con las apreciaciones del autor, muchas de ellas conversadas en otras instancias. El sólo hecho de ver una oposición anquilosada o corporativa no debe, como resalta el autor, conducirnos a olvidarnos el ejercicio de la crítica, lugar donde muchos caen sin remedio. Saludo la vuelta, un abrazo fraternal.

    Benjamín M. Rodríguez

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  2. Antes que nada, quiero expresar mi beneplácito por la reedición de éste espacio de debate. Es imprescindible multiplicar los lugares en los cuales podamos discutir realmente y con seriedad problemas que, creo, nos atañen a todos. Aplaudo entonces la iniciativa y presento a continuación mi humilde aporte al debate que se propone:

    El término popular se ha cargado en nuestro país de una connotación que dota, a quien lo ostenta, de una legitimidad constituída (popular hace referencia a aquello perteneciente o relativo al pueblo). No sorprende, entonces, que el kirchnersimo intente autoadjudicarse la condición de popular; menos en la coyuntura actual, en la cual su legitimidad es puesta en pie de duda paso a paso tanto por los monopolios multi-medios como por la oposición recalcitrante. Pero la autoadjudicación del ser popular entra en contradicción con el término mismo, y más aún cuando se polariza con ese criterio apropiándose del pueblo e identificándolo unívocamente con un sector del arco político ("nosotros somos lo popular,y el resto es anti popular") Si, coincidiendo con Fernando, consideramos que la cualidad popular la otorga la identificación de los sectores populares con las políticas concretas de un gobierno, es entonces el pueblo quien dota al gobierno de esa legitimidad constituída a que hice referencia antes, y no el gobierno mismo o sus esbirros mediáticos, intelectuales o de cualquier índole. Y el problema es justamente que cuando se le quita al pueblo la potestad, el derecho y la responsabilidad, de legitimar a sus gobernantes, se está al filo del populismo autoritario, de un gobierno cuyas políticas son indiscutibles por contar con un apoyo que él mismo se arroga que es el del pueblo. Por otro lado, es cierto que ha sido gacias al kirchnerismo que ciertos temas de la agenda social, deudes pendientes de la política con la sociedad, se reinstauraron en la discusión y se ha avanzado en su resolución, mientras que el arco opositor sigue enquistado en la lógica corporativa de la definición por oposición. En medio de este remolino, los grandes problemas sin resolver de la política argentina (trabajo, salud, educación, pobreza,etcétera) siguen perdiéndose en la vorágine de la lucha por el poder. Es necesario que esa amalgama difícil de definir que son los sectores populares tenga entidad propia en la vida política del país. Es necesario que el pueblo deje de ser, para algunos, una excusa para hacer política, y para otros, una molestia con la que hay que lidiar para hacer política.

    Hernán A. Vivas

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  4. En primer lugar me alegro, al igual que los anteriores comentaristas, la vuelta del blog como lugar de debate. A pesar de ser mi primer post (si es así como se dice) desde su creación.

    Con respecto a lo publicado por FEr, y creo que coincidiendo, el vocablo popular se ha convertido en un término sin definición, si es que alguna ve la tuvo, o con un amplio espectro de definiciones, que se hace complicada su comprensión. Las diferentes acepciones que de él se desprenden hacen que se hable de lo "popular" y no se sepa a que se está haciendo referencia.
    Dentro de este meollo, los dilemas de la política argentina. Desde antaño se utiliza a lo "popular" como un adjetivo, bueno o malo (a pesar de que no sean del todo apropiados estos términos) según los acontecimientos. Tanto oficialistas como opositores se jactan de utilizar el término a fin de que en su discurso se incorpore a la realidad. Realidad, sobre la cual en muy pocas oportunidades se avanza (en este caso coincidiendo con Hernán, sobre las problemáticas aún sin resolver) y, sobre la cual se argumentan una cantidad de supuestos, utilizándola como agente disparador de políticas públicas.
    La condición de gobierno popular, en estos términos, no es otra cosa que la identificación que el propio gobierno hace de sí mismo, y punto central de la oposición. Esto, a mi entender, es lo que genera la dicotomía que encontramos en los enfrentamientos entre opositores y oficialistas, que simplifican la realidad en amigo-enemigo. Al periodista sinceramente no lo escuche, pero me basta con solo escuchar a mi abuela, que quien la conoce sabe de lo que hablo y para los que no es un acérrima opositora al gobierno, para quien las medidas tomadas por el gobierno son al igual que en Venezuela autoritarias, sin sentido "popular".
    Cada sector esta ampliamente amalgamado uno del otro, a pesar que se jacten de ser opuestos. Es por eso que la cuestión central no es de que lado se está, sino de tener la capacidad, dudo que este comentario lo tenga, de generar una critica constructiva de la realidad y de lo "popular", para que lo términos y las acciones se llenen de contenido y no sean sólo palabras plasmadas en un papel o blog.

    Espero que se haya por lo menos entendido alguna parte de este comentario. Celebro la vuelta. Como se darán cuenta, no me llevo bien con esto, me había olvidado de copiar el encabezado del “artículo”, es por eso que lo borre.
    Flor

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  5. Estimado amigos: para no ser menos que los demás, saludo el reinicio del blog y espero prontamente colaborar con él.
    No se si ustedes son habituales lectores del Le Monde, yo no lo soy( esporadicamente compro algún número) pero creo que la editorial del mes de enero a cargo de Carlos Gabetta puede ser leida a la par de lo
    escrito por fer y no tanto por lo de Asís. La editorial lleva por título: "Progresismo Nacional y Popular". No comparto todos sus opiniones pero creo que su reflexión sobre que significa progresismo nos permitiría incluir ese otro epíteto con el cual los sectres a fines al gobierno etiquetan al mismo y al parecer estamos intentando discutir.
    Con respecto al contenido de lo popular solo voy a escribir algunas ideas. Creo que no es posible definir que nociones encierra si no lo historizamos. No soy muy habitué a la historia de los conceptos pero tengo claro que los sentidos van cambiando con las épocas y que si es posible es necesario clarificar de que estamos hablando. Esto va en relación a que creo firmemente que la mayoría de los que utilizan el término "Gobierno Popular" lo hacen en funsión de una idea que generalmente se nos presenta(en su forma vulga) como lo "Nac and Pop". Esta formulación viene generalmente de la imagen más idealista sobre lo que fue el peronismo entre 1946 y 1955 por lo que el adjetivo "Popular" queda atado a un pasado histórico que al ser idealizado no puede ser reformulado en función de nuestro presente. Bueno, nada más.

    Alejandro Morea

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  6. Agradezco mucho los comentarios, e invito a todos a escribir algún aporte más extenso en función de alguna de las ideas vertidas o de alguna otra que les parezca pertinente.

    Concido con todos en que no es una noción fácil de discutir la de "popular", tiene una constitución histórica (como marca Ale) y un uso político ambigüo (como señalan Flor y Hernán). Me parece que la cuestión del "progresismo" y del "autoritarismo" (o centralismo democrático para ser más justos y menos gorilones) ameritan otra discusión con otros elementos distintos, más vinculado a cuestiones de concepción política y de teoría política.
    Mi llamamiento puntual está en marcar que muchas veces no se evalúa lo popular por criterios concretos y empíricos de políticas públicas que coadyuven al bien común, más se trata de percepciones relativas (si hay muchos más a la derecha autómaticamente se convierten en lo más cercano a lo "popular") que de análisis o referencias a medidas concretas. Si a mi me dicen que aumentó el salario real y bajó el desempleo (aquí quizá entre como problemática secundaria el INDEC) me parecería un signo cierto de lo "popular", y no simplemente porque haya muchos opositores "antipopulares" y me reserven ese lugar de privilegio porque o no lo quieren (caso Macri) o son incapaces de disputarlo (caso Pino o el viejo ARI).

    FEr

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  7. Ale: ¿¿La nota de Gabetta se puede conseguir por internet??. La nota de Asís me pareció interesante porque es una crítica asumidamente de derecha y peronista, distinta a las típicas de nuestros ámbitos cotidianos.

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  8. Concuerdo con lo último sostenido por Fer ya que en ese sentido iba mi idea de historizar el concepto. La verdad creo que la nota de Gabetta no se consigue por internete pero la puedo escanear y tratar de subirla al blog.

    Ale

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  9. Tratando de no ser repetitivo, felicito la iniciativa de retomar este espacio de discusión.
    Con respecto al tópico en cuestión, observo claramente algunas distinciones en cuanto a lo que se concibe dentro del amplio concepto enquistado dentro de lo "popular" y lo "progresista". En tal sentido, pueden entenderse como acciones populares aquellas que posean un campo de acción tan extenso como para llegar a todos los sectores sociales, y en otro contexto, para llegar directamente a los sectores más humildes. El progresismo, en este caso, se definiría como la concreción de varios proyectos populares (siguiendo el concepto de "popular" que expresé anteriormente) que contribuyan a la formación de un Estado más justo e igualitario. Ahora bien, una vez analizado este concepto dotado quizá de un poco de romanticismo, observemos el gobierno de CFK; ¿Su accionar político se adhiere a lo que entendemos como popular? Es aquí donde encuentro tres vertientes sobre las cuales reflexionar:
    .En primer lugar, el perfil progresista que intentó imponer Nestor Kirchner en sus primeros dos años de gobierno y que, por su propio peso, sucumbió ante los empujones por ganar terreno frente a la oposición y los multimedios.
    .En segundo lugar, la oposición, un cúmulo variopinto donde se ubican desde los sectores ultraizquierdistas hasta la derecha más recalcitrante. Y en este punto sería un error de lectura suponer que no existen alianzas internas ni acercamientos al gobierno K (léase radicales K, Rivas, etc.)
    .En tercer y último lugar,el dualismo entre el intento de concreción de políticas públicas que se acerquen al arco popular y los turbios negociados económicos además de portazos varios de ministros y economistas.

    En suma, creo que estos tres factores delimitan (a grandes rasgos) la situación actual. Barone, por tanto, expresa como gobierno popular a aquel que sólo utiliza su espectro para poseer mayor gobernabilidad, pero observando la acechante oposición, es una especie de "mal necesario". Y en este último punto coincido con Hernán, en cuanto es necesario que el pueblo deje de ser excusa para ahacer política para unos, y para otros una molestia con la que hay que lidiar.
    Existen y existirán divergencias en cuanto al concepto de populismo, pero creo en este caso que tenemos más certezas: la polarización K - anti K no nos da la pauta de que el kirchnerismo sea popular, en todo caso, demuestra que todo es un círculo vicioso de disputa de poder.

    Saludos a todos

    Luciano Burket

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  10. Lucho disiento en equiparar las nociones de "popular" con la de "progresismo", el único lugar común que tienen es el uso vulgar en las discusiones políticas cotidianas y en los medios de comunicación. Amerita una discusión más a fondo, porque además ambas ideas o conceptos remiten a cosas distintas.
    Me parece interesante los tres puntos que marcas aunque merecería un desarrollo mayor. Es cierto que si la idea de "popular" quedara desplazada tomaría relevancia la idea de "progresismo", pero en el lenguaje propio del peronismo estos dos conceptos no se presumen entre sí necesariamente. El último punto que señalas me parece interesante aunque creo que en el debate político actual debe ser postergado, no porque no sea importante, sino porque estamos demasiado habituados a ese tipo de intervención político/mediática, que tanto cultivó nuestra amiga Carrió, y que hoy está tan de moda en la denuncia permanente de todo tipo de boicots y cospiraciones por doquier. Requiere más una revisión precisa del funcionamiento de las oficinas públicas antes que buscar un nuevo chivo expiatorio encarnando la corrupción de este país.

    FEr

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  11. Es interesante lo que se ha señalado en los últimos comentarios, especialmente el último de Fer. ¿Qué haría en todo caso que el gobierno de Uribe no pueda ser tildado de popular? ¿Nuestra simpatía o antipatía hacia él como progresistas? Igualmente ese tema lo voy a tocar en otro momento. Ahora quería señalar específicamente algo que está mencionado en el post y es el hecho de la utilización de la figura de Hugo Chavez como bandera o amenaza. Ambos lados de la pelea política argentina (sabemos que no hay solo dos bandos, pero vamos a simplificar al menos para insertarnos en este análisis) agitan la figura del venezolano. Parafraseando a Marx, ese es el fantasma que recorre América Latina hoy en día, aunque ninguna de esas dos estructuras discursivas hacen un análisis real, en su complejidad y totalidad del fenómeno que constituye el primer mandatario de Venezuela. Para unos se trata simplemente de la representación más cruda del avance de un Estado sobre todos los espacios que constituyen a la sociedad civil, mientras que para otros se trata de una de las mayores esperanzas o ejemplo de gobierno realmente "popular" en la historia reciente de latinoamérica. Y es que ambas miradas obvian hechos que están a la vista del más ignaro. ¿Cómo pueden explicar los unos que se estén logrando en Venezuela muchos de los canales de acción y participación más democráticas en la historia de Venezuela, que las elecciones limpias (según veedores internacinoales)se sucedan una tras otra? ¿Cómo pueden los otros justificar, abocandonos a la más cercana actualidad, la fenomenal disminución del salario real de los trabajadores venezolanos sufrido por una inflaciòn rampante y una reciente devaluación que según la lógica solo parece empeorar este problema?

    Dejo abiertas estas preguntas porque son las tres y pico de la mañana y me da para poco más. Y no pienso alabar la vuelta del blog, es una cagada, y le roba lectores a espacios serios y formados como el ,ío(?).

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