12 de abril de 2010

Una conmemoración más…

Hace poco menos de un mes conmemoramos un nuevo 24 de marzo, que desde hace algunos años se ha visto convertido en feriado nacional. Un evento colectivo habitual para cualquiera que se ubique en el flanco izquierdo del arco ideológico o que ocupe un sitio en ese extraño mundillo de la progresía. Un tono de conmemoración sentida se combina con una inmensa cantidad de banderas y pancartas de diverso colorido y una serie de actividades ya casi rituales en su repetición e inmutabilidad a lo largo del tiempo. Los rostros de las personas que acuden se repiten año tras año, cada una de ellas, entre las que me incluyo, se siente en la obligación de repudiar al gobierno dictatorial caído en desgracia en 1983 y celebrar, de manera contradictoria, esta democracia a la que apreciamos más por los defectos de su alter-ego autoritario que por las virtudes de su devenir. Aunque claro está que eso no es poco.

Sin embargo la sensación de concurrir es agridulce. Ya no se presenta como una manifestación política en sentido estricto, nadie en su sano juicio considera que pueda sobrevenir un gobierno militar de esas características y el fervor militante, cuando existe, corre por raíles paralelos que no se canalizan en absoluto en este acto público. La fragmentación de un colectivo que sólo coincide para repudiar de manera ritualizada y ceremonial un gobierno hace tiempo depuesto no es novedad, pero esas diferencias cada vez se hacen más patentes y muestran una realidad incómoda. Militantes de las más variadas agrupaciones coinciden en ese acto multitudinario (sobre todo si se lo compara con incursiones menos exitosas de protesta, proselitismo o conmemoración), pero cada vez ocultan menos sus diferencias políticas, ideológicas, históricas o fruto de la necesidad imperiosa de diferenciarse entre sí. A los habituales cruces de cánticos, peleas por las disposiciones espaciales, se suman innovaciones con la disputa de la palabra en el escenario que corona el acto y la fractura del acto en varios actos paralelos que imponen su propia agenda de discusión y repudian a sus compañeros circunstanciales en estas fechas.

Este es un cuadro sensacionalista y tendencioso de algo que, con algunas diferencias de matices, se repite año tras año. La obligación social de concurrir a un acto que nos une a muchos en el repudio de algo que no tiene que volver a ser más, en lugar de confluir en un acto político trascendente monta un espectáculo reiterativo que en pasajes bordea lo ridículo. ¿Para que concurrimos? ¿Qué estamos conmemorando? No soy capaz de dar una respuesta única ni inclusiva, sino una personal y limitada. Cada uno tiene un motivo íntimo para seguir yendo, para repudiar la dictadura, para celebrar la democracia, para repudiar ambas, para manifestarse públicamente. Cada uno se siente obligado a ir y se siente en falta si no concurre, quizá la culpa, la tradición o quizá una forma igual de vacua de suplir los vacíos de una militancia que a diferencia de la de otrora no abunda en grandes demostraciones públicas ni en grandes utopías revolucionarias. Un gesto cada vez más limitado de un colectivo inconexo que se auto-convence que 1976 no va a volver a ocurrir, o que, en cualquier caso, no volveremos a perder. Algunos celebrando los avances de la política de DDHH, otros criticando lo insuficiente de cualquier política, y todos juntos recordando. Sin embargo ese convencimiento es demasiado auto-referencial, no vislumbra con claridad que los enemigos están más activos que nunca y se manifiestan de manera subrepticia, comentan en los diarios on-line, reclaman por más seguridad, insistiendo en la restitución del servicio militar obligatorio, y sin embargo nosotros no los vemos.

La celebración del 24 de marzo ya no es más un acto político, ni siquiera es un hecho colectivo. El conglomerado humano que allí se nuclea tiene en cualquier caso necesidades individuales y sectoriales de participar, algunos por reivindicar su propia trayectoria, otros para reclamar por sus muertos, y otros por reivindicar su condición de sujetos conscientes. Pero el hecho social y colectivo no existe, el acto político está coartado por la fragmentación reinante, y hasta la narración histórica es reiterativa y auto-referencial. Nos complace pensar que el enemigo ha muerto, que es un mal recuerdo, porque si debiéramos enfrentarlo como un colectivo nos veríamos derrotados sólo por las deserciones y la falta de convicción militante. Los “malos” serán indeseables y parecerán pocos, pero son fanáticos y persistentes en su militancia por la causa y lo peor que podemos hacer es subestimarlos. Cercano a esa fecha Duhalde hizo una propuesta polémica e intencionalmente alborotadora, un referéndum con respecto a continuar o suspender los juicios a los militares involucrados en la represión ilegal, una chicana política y poco más por parte de una figura que pretende reinsertarse en su carrera política. Sin embargo lo llamativo fue la respuesta que percibí, existió un repudio generalizado a la propuesta por improcedente y reaccionaria, pero me sorprendió el escaso convencimiento con respecto a que si esta propuesta se llevara a cabo ganaría la positiva a la prosecución de los juicios. Evidentemente necesitamos reencontrarnos cada 24 para convencernos entre convencidos. Lamentablemente son muchas las batallas que faltan por dar y, mal que nos pese, hay que saber que el enemigo goza de buena salud y que hoy no estamos en condiciones de enfrentarlo con convicción.


Fernando M. S.

7 comentarios:

  1. Benjamín M. Rodríguez13 de abril de 2010, 0:06

    Fer:
    me siento realmente identificado con tus palabras; sobre todo con respecto al sentimiento que uno siente al concurrir a esas conmemoraciones. Respecto a lo otro, considero que debemos pensar seriamente sobre las falencias que la democracia tiene para responder a las demandas de la sociedad. Eso conlleva elaborar políticas serias para solucionar esos problemas. Ahora, ¿cómo?. La verdad que se me hace difícil responder a esa pregunta; sin lugar a dudas un buen comienzo sería empezar por solucionar los problemas en los palcos, en las marchas, etc., que conducen a disputas estériles por figurar allí donde los mismos de siempre los vemos. Creo que también es importante definir cuáles son los enemigos de la democracia, porque en muchos casos la pretensión de ser más papistas que el papa conlleva a la crítica del sistema político todo, crítica que se hace desde el mismo sistema que es impugnado. Lamentablemente, hay muchas batallas que faltan por dar, como decís, sin dudas sabemos de que lado vamos a estar.

    Saludos,

    Benjamín M. Rodríguez

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  2. La verdad que en este post tocaste un punto verdaderamente sensible. Hace rato que me vengo preguntando el porqué de la coexistencia en este acto de fuerzas políticas que no pueden ni sentarse a dialogar ni mucho menos hacer política real entre sí.
    Mi respuesta puede ser muy simple, pero creo que lo que se reivindica es la capacidad de acción que se tuvo en ese momento y de la que hoy carecemos. Sin embargo entre las tantas preguntas que rondaban mi mente cuando pensaba acerca de esto aparecían particularmente estas ¿Cómo esta fecha podía aunar a quienes no creían o creen en una salida revolucionaría? ¿Cómo podía impactar en quienes no creen en las posibilidades de las acciones gremiales? ¿Todos los participantes estábamos por los mismos motivos?
    Con las primeras dos preguntas apunto particularmente a la construcción de un relato con intenciones de memoria que cala hondo en nuestra sociedad y que no hace justicia con las elecciones políticas de un sector que creía realmente en una salida revolucionaria, es el discurso lavado que se está imponiendo tras una política de memoria que si bien ha tenido algunos aciertos amenaza particularmente a las partidos de izquierda con quitarle a sus mártires, creando un sujeto colectivo que se define solamente por oposición de características con los “milicos”, y sin ver las especificidades de las situaciones particulares de cada victima, sin reconocer sus luchas, esfuerzos ni mucho menos sus objetivos.
    En cuanto a la última pregunta, creo que con los planteos que acabó de hacer se nota que mi impresión es que no compartíamos los motivos, sino que compartíamos un espacio. Creo que el acto del 24 ganó el espacio en el que convergen múltiples actos de memoria: la de quienes perdieron a sus familiares durante la dictadura, la de los diversos partidos y organizaciones sindicales que lloran a sus caídos pero al mismo tiempo se preguntan por qué no pueden recuperar su capacidad de movilización, y la de los ciudadanos con algún tipo de conciencia política que se debaten entre el respeto a los caídos y la incomprensión de un ámbito que se supone unido por un fin común pero demuestra políticas casi antagónicas.
    Emmanuel

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  3. Sinceramente, me detuve varias veces para releer esta reflexión, por varias cosas. En primer lugar, por sentirme muy cerca de tu opinión. Creo que describiste muy bien la sensación que produce ir al acto.
    En segundo lugar, para tratar de comprender esta complejisima diversidad de actores políticos inmersos en un mismo momento histórico pero vacíos de acuerdos siquiera sobre la realización de un acto conmemorativo de tamaña importancia como lo es el 24 de marzo.
    Coincido también en observar esta dificultad que pareciera crónica en estos días, de no poder vislumbrar que la derecha más recalcitrante acecha con mayor capacidad de llegada que el arco progresista para denominarlo de una manera general. Esa anemia constructiva lleva a pensar que coincidimos en casi todo, pero nos sentamos a trabajar en casi nada. Muy difícil será, de este modo, lograr un gobierno que represente los intereses populares(la UP con Allende en Chile, que inclusive contó con sectores conservadores apoyando, pero que fue lo más cercano a un gobierno popular en los últimos tiempos a mi entender). Pero el tópico en cuestión no es el gobierno actual ni la conformación de un frente progresista. Por eso, volviendo al tema, debo expresar mi tristeza por saber que estamos dejando pasar muchas oportunidades de construcción colectiva por depender de una coyuntura individualista y hasta soberbia.
    Con respecto a lo que dijo Duhalde, debo decir que su proposición no sólo es aberrante, sino inconstitucional -la Constitución Nacional prohibe plebiscitar en materia penal-; y si bien es sabido que un personaje nefasto como él representa a una parte de la sociedad egoísta y conservadora en la que no le molestaría la vuelta del servicio militar, por ejemplo, también debemos saber que un gran porcentaje del electorado vota por la influencia de los medios, de una imagen superflua creada por la mediocrización del poder. Esas batallas las estamos perdiendo.
    Ya no hay tiempo de esperar una mágica recuperación de la representación. Es tiempo de ser lo que nunca fuimos, quizá. Ojalá el tiempo nos vea más convencidos que hoy.


    Luciano Burket

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  4. No me gusta discrepar con el sr. Suárez (mentira, me encanta porque no pasa casi nunca), pero hay algo en el principio del post que no deja de hacerme ruido. Y es cuando dice que la conmemoración del golpe es algo habitual "para cualquiera que se ubique en el flanco izquierdo del arco ideológico". Yo me pregunto ¿Es realmente tan así? Personalmente me parece que para poder analizar el resto del artículo es necesario detenernos en esa afirmación.
    Según mi punto de vista, cometemos un error al enmarcar la lucha por los derechos humanos dentro de la "agenda" de la izquierda, centro izquierda, progresismo o a lo que quieran referirse. Y lo digo por dos razones:
    En primer lugar, distintos sectores de la derecha dieron muestra de ubicarse en una senda opuesta a la que en su momento siguió el gobierno militar. No digo que hayan sido mayoritarios ni nada por el estilo, pero incluso fuera de la Argentina había organizaciones y Estados nacionales que difícilmente uno podría calificar como "progres" que criticaban abiertamente al gobierno que imepraba en el país. Un ejemplo de esto es el Buenos Aires Herald que desde su posición liberal, fue de las escasas voces que se animaron a informar acerca de los secuestros de personas que el gobierno estaba llevando a cabo.
    Por otro lado, es normal que asociemos el autoritarismo a los sectores de derecha, ¿pero podemos arriesgarnos a postular que esa relación es intrínseca?. Honestamente creo que en si el nivel de tendencia hacia gobiernos autoritarios no dice mucho de la inclinación política de una persona (me corrijo, si lo dice, pero no lo ubica más o menos a la izquierda). Que hoy aparezcan figuras oscuras que pretenden frenar los embates que se están realizando contra algunos vestigios del proceso, tanto desde la justicia y el aparato estatal como desde la sociedad civil (hay que aceptar que a día de la fecha, y a diferencia de lo que era no tanto tiempo atrás, hoy, como ya se ha dicho acá, defender a la dictadura está "mal visto") es, pienso yo, casi una "nota de color". Lo verdaderamente nefasto que podemos encontrar en los sectores de derecha no es un mayor o menor grado de autoritarismo, cosa que encontraríamos en buena parte de la izquierda. Parafraseando a un escritor y periodista al que cito constantemente y ya me rompe las bolas tener que nombrar otra vez, un día nos vamos a despertar y nos van a gobernar los tipos más demócratas del mundo, gente que crea que es necesario juzgar a los crímenes de lesa humanidad porque ese es nuestro deber como país y como sociedad, porque nuestra constitución así lo dicta...

    ...y vamos a seguir teniendo cada vez más pobres, y la brecha entre los que más y los que menos tienen va a ser cada vez más grande, y se va a desmantelar la educación pública, la salud, la asistencia social...

    En fin, esto quedó demasiado largo y acá hay suficiente gente como para mandármela a guardar, espero no estar hablando demasiadas boludeces.

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  5. A estas alturas ya creo que los comentarios han superado largamente, en profundidad y argumentación, las virtudes que pudiera tener el post. Igualmente, fiel a mis hábitos, objetare algunas de sus ideas.

    En cuanto a Emma me parece que tu registro es una crítica que corre por izquierda y coincido con el lavaje que se ha hecho del análisis post-dictadura. Aunque me parece que no se trata solamente de una operación política, sino que tampoco a muchas agrupaciones le queda cómodo defender a asesinos (militantes, pero asesinos). Quedaron perdidos ahora los nombres que también fueron amnistiados por Menem como Firmenich y Gorriarán Merlo, y no creo que alegremente alguien se quiera hacer cargo de esos nombres en lugar del sujeto colectivo de "desaparecidos" sobre el que opera similar enajenación.

    En cuanto a lo que dijo Lucho me queda pendiente ese deseo de quehacer colectivo. Y yo insisto en creer que poco existe de ese colectivo, como él señala con pesimismo al final. No sé si las coincidencias son tales, si siquiera nos hemos propuesto discutirlas. No tenemos ni claro de que hablamos cuando hablamos de DDHH (como comentaba en una clase el Gallego Álvarez) y tampoco está en agenda discutirlo.

    En cuanto a la objeción de Davor (o David) me parece pertinente en una marco más general, en la manifestación puntual a la que concurrí (MdP) me parece que la mayoría se situaría en esa franja ideológica, lo cual poco dice. En caso de haber derechosos no lo reinvindicarían en ese evento, por lo tanto pierde relevancia. En cuanto a lo último tenés toda la razón, pero eso requiere mucho más que preciosismos literarios y hacernos cargo de mucha más mierda que la que nuestro estómago y cabeza de lúmpenes nos permite en estos momentos. Y en ese terreno aún más se nota que aún en los espacios políticos que participamos, si son tales, darle un sentido político real y concreto. Es una puesta en escena repetida en forma y contenido.

    FEr

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  6. Nunca me canso de recibir flores de tu parte Fer (?). Citando a uno de los más probos hombres de nuestra bicentenaria historia, "me debe tener cariño".
    Me parecía apropiado agregar una cosita lo escrito con anterioridad. El ex presidente (y hasta ahora uno de los dos únicos candidatos firmes a las internas del PJ) Duhalde propuso, como ya fue mencionado en el post del sr. Suarez, llevar a plebiscito los juicios a los represores. Un plebiscito similar se llevó a cabo al mismo tiempo que las últimas elecciones presidenciales en la República Oriental del Uruguay. Aquella votación la ganaron el "NO" en cuanto a los juicios, y al mismo tiempo fue electo (en segunda ronda, es cierto) un partido de ¿izquierda? (voy a arriesgarme a decir que el Frente en la Argentina podría ser catalogado como tan o más progresista que ciertos partidos). Hablamos de comicios que fueron realizados en la segunda mitad del año pasado.
    Al mismo tiempo en nuestro país, pareciera haberse llegado hace rato al punto en que "queda mal" defender, negar, no criticar los crímenes de lesa humanidad cometidos por el Estado Argentino en la década del 70. Es un poco estúpido usar esta expresión, pero sin embargo es así. Por lo que recuerdo, hace un buen tiempo (de ocho, nueve años para atrás) no podía encontrarse en la sociedad argentina un consenso sobre este tema. Hoy, aunque probablemente tampoco lo haya, y buena parte de la gente que no coincide con los juicios a los represores no hable por miedo a quedar mal, las declaraciones de Duhalde fueron criticadas de forma casi unánime por casi todo el espectro político "visible" de la Argentina.
    Redondeando: mientras en otras sociedades continúan firmes en su negación a "revisitar" determinados momentos de la historia y hacer justicia como ésta y los tratados internacionales a los que buena parte de las constituciones sudamericanas adhieren exigen, en la Argentina no solo se llevan a cabo juicios sino que además una expresión pública de apoyo, o mejor dicho de "no crítica" al proceso militar está mal visto. Personalmente tengo que decir que aunque esta postura no sea honesta en buena parte de la sociedad, sigue pareciéndome un avance digno de ser destacado. Probablemente no sea un resultado óptimo, pero aún así fue una mejoría.
    Y no comento esto de contrera (que lo soy), ya te había comentado hace poco Fer que me sorprendía el hecho de recordar lo que era hace aproximadamente una década la visión mediática y social de este asunto y lo que es hoy, y poder encontrar diferencias tan grandes.

    Davor

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